Mercado Perseverancia |
Hoy dominguito, de descanso, planteamos con la compañera que comer. Con nuestros hijos de cuatro que tengo en casa; pues dos ya son independientes, jefes de familia.
Decididos y apoyados por el nuevo horario viajamos en el carrito viejito que tenemos para realizar las compras de nuestro pequeño negocio de abarrotes y cubrir los compromisos sociales que transcurren al interior del pueblo… Uno acompañar a la familia a una misa de nueve días de un Pariente fallecido… Dos hacer las compras en el mercado para los alimentos del día, sin salirnos del poco dinerito que nos acompañaba para realizar las compras.
Decidimos dejar nuestro carrito en un punto para poder movernos con más rapidez y economizar combustible, parqueándolo en frente de un hermoso templo de los muchos que están en este pueblo y mientras mi compañera hacia unas compras para su ventas, yo me dirigía con rumbo al mercado para buscar la materia prima, para elaborar los alimentos del domingo... Pero recordando que una de mis hijas la más grandecita se le antojaba un caldo de pescado y la chica unos huevitos con chorizo; nosotros nos acoplaríamos a lo que se lograra en la mesa.
En el bolsillo me acompañaban solamente ciento veinte pesos. Pues me dirijo a la primer entrada del mercado, lado imprenta Cuauhtémoc donde Julia la chocomilera y hoy guarachearía. Al llegar a la segunda entrada: la del champurro o vertedero de basura en años anteriores. . . Y llegar al espacio de las pescaderas en busca del codiciado manjar del día, sorpresa: el pescado se encontraba un poco caro, el kg. costaba $ 130.00 según comenta la dependienta que estaba en un precio razonable, aunque así fuera mi economía no me lo permitía, y eran tan solo cuatro raciones, nosotros somos cinco en casa pues apoyamos a nuestro padre con los alimentos.
Me dirijo a la siguiente entrada, la del lado que viene del Ticui, lado de las combis que ofrecen el servicio hasta a la zona militar, en búsqueda de una señora que vende pescado de otra espacie, y más barato: las mojarras, el cuatete y unas que otras lisas, pero no fue posible, ya no había pescados. . . Atravesé la nave del mercado, a ver si era posible localizar en las otras pescaderías y no.
Ya recorridas todas las entradas y salidas del mercado me dirijía a la última opción; la salida de las chocomilerias, un pasillo galardonado por los olores de los licuados y los deliciosos esquimos tradición de muchos años de elaborarse en este mercado allá en los 70´s. En busca de la última oportunidad de hacer un buen caldo, solo me encuentro a una joven que vende camarones del rumbo de Zacualpan, y no logra concretar la compra del famoso pescado. Para eso ya el reloj marcaba las 11: hrs a.m. y ya mi compañera me esperaba a la salida, pues la misa había terminado. Y yo sin el mandado!!, -que hago -dije entre mí- que hago- y de repente me ilusiono, en la entrada de la Iglesia se pone una generosa señora que brinda una deliciosa barbacoa, pues siempre está lleno de comensales.. .
Si no, antes de atravesar por el zócalo pude observar los productos del tianguis campesino con sus olores y sabores tradicionales, llamándome la atención una vendedora de hortaliza orgánica, que expendía unos deliciosos manojos de exquisitas lechugas moradas, $ 6.00 manojo, le regatee y no pude ganarle en el precio. Felicidades a esta hermosa mujer por defender sus productos del campo del rumbo del salto, ahhh!
Pero también caminando en la popular y combativa avenida Juan Álvarez, frente donde se ubicaba el banco del sur de aquellos años, hoy una surtida ferretera. Hay dos carnicerías una vende carne de cuche y la otra carne de res, le pido al dependiente -deme $50.00 de carne cecina y no me la de blandita porque se acaba luego, deme de las que tenga cueritos para que no se acabe rápido- el dependiente sonríe y dice -lo que el cliente pida, estamos a la orden-.
Y bien, regresando a la iglesia ya mi compañera y mi hija me esperan impacientes, pues el hambre se estaba manifestando y procedimos a realizar la compra de la deliciosa barbacoa. Dicho y hecho la amable señora, nos despachó de manera generosa, $50.00 pesos.
Salida a la base de las combis |
A un lado de la Iglesia y junto una enorme tienda de autoservicio, muy concurrida por sus bajos precios al público. De repente dice mi hija la más pequeña -Papá yo quiero una sandía-, pues en esos momentos se estaba estacionando un conocido del rumbo de la colonia Loma Bonita y en su camioneta traía unas deliciosas sandías, el problema que solo contaba cómo ustedes ya lo abran notado, con $ 14.00 Pesos y no iba a hacer posible la compra, pues las bolas a simple vista se miraban muy grandes.
Me comenta mi compañera -mira amor!!! Yo tengo $ 6.00 pesos ve y compra
la sandía-
Ni tardo ni perezoso me dirijo al vendedor y con una sonrisa me comenta -que te voy a dar mi buen amigo-.
Ni tardo ni perezoso me dirijo al vendedor y con una sonrisa me comenta -que te voy a dar mi buen amigo-.
-Quiero una sandía pero solo traigo $ 20 pesos- de manera que me buscaba
una deliciosa sandía y me la entrega.
Dice -Toma, vale más pero llévala a tu familiar-
-Gracias, gracias amigo, por tu bondad y de dar de corazón, Dios los
bendiga. . .
Esta es la historia de una familia más en los vaivenes:
la oferta y la demanda, el regateo y las necesidades de los seres
humanos por la subsistencia en la vida. . . . ahhh y las tortillas
las pedimos fiadas.
Por el momento, esto se hace en la vida, en alguna ocasiones. . . .
De mi para ti!!!.
En las condiciones de vida que enfrentamos actualmente es necesario economizar. Lo curioso es que lo que menos nos alcanza es lo que más se nos antoja. CVC
ResponderBorrarBien por las comunidades que siembran sus tierritas y comparten de sus cosechas con quienes no tenemos o no podemos.
Me gusto mucho, poco a poco me fue envolviendo la lectura hasta no sentir cuando ya estaba apunto de llegar al final, muchas felicidades excelente relato de un vivir el día a día de una linda familia de nuestro bonito pueblo...
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